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  Hay que formarse
  Benín.

Detrás de la misión, hay un sendero entre las hierbas gigantes que conduce a unos edificios desparejos bajo un iroko patriarcal. Parece un pueblecito lleno de actividad a estas horas tempranas: unas mujeres manejan unas ollas enormes sobre unos fogones que acaban de encender, otras barren el patio o sacan agua del pozo. Los saludos son tamizados hasta que aparezca el sol. Un niño llora en alguna parte acompañando el canto de los gallos..



 

Paso por todos los rincones del Centro y por los umbrales de las habitaciones saludando a todas las mujeres que han venido al curso de alfabetización, casi todas con su retoño.

- ¿Ha sido dulce la noche? Y el niño ¿ha dormido bien?

- La paz.

Después de desperezarse sobre la veranda y un buen lavado, irán acercándose a tomar el desayuno y preparar la papilla a los niños. Son 35 mujeres y 31 niños, inseparables de sus madres admirando sus esfuerzos encomiables y jugando con las tizas. Ellas preparan sus pizarrines y van canturreando a las primeras clases. Un canto bien sentido para ponerse a tono y ¡a escribir palotes!:

- la M con la U: ¡Mu!, la M con la A: ¡Ma!... salmodian mientras los palotes se van alineando trabajosamente los unos con los otros diseñados por dedos inseguros y tensos. He visto más de un pizarrín salir volando con la desesperanza de sus propietarias.

- Venga, un poco de paciencia, inténtalo otra vez. Y lo intenta sacando la punta de la lengua apretada a los dientes esforzándose por controlar todo lo controlable. Al final aparece una sonrisa y me muestra orgullosa una O desgarbada.

- ¿No ves? Ya te sale mejor.

¡Qué nervios! ¡qué esfuerzos!... pero al final de la jornada los echarán al aire con sus cantos y danzas y el humor que llevan dentro. Al cabo de un mes, todas sabrán leer y escribir en su lengua con más o menos desparpajo, pero capaces de garabatear una cartita o de leer las lecturas del domingo.

Son casi veinte años de alfabetización de las mujeres. Ya supone un número considerable de madres de familia capaces de enseñar el catecismo, de leer en la capilla, de relacionarse con sus misivas las unas con las otras.

A ello hay que añadir los cursos de formación de catequistas, presidentes o cursillos de agricultura, puericultura, higiene, derechos humanos... ¡Todo un elenco de actividad intelectual!. Esos esfuerzos reunidos por aprender, por relacionarse y considerar el futuro juntos cambia el ambiente de la región. Se nota. Hay otras actitudes entre los pueblos donde existe una comunidad cristiana, amistades que surgen, proyectos ayudas mutuas, se visitan con frecuencia, celebran sus fiestas juntos....… lo que más me llama la atención es el esfuerzo que está realizando la mujer por aprender y ocupar un lugar más responsable y activo en la sociedad.

Puede parecer imperceptible, seguramente lo es, pero para ojos avisados el cambio es real, especialmente en la mujer y en las comunidades cristianas que suelen ser el motor de este cambio.

Rafael Marco, sma.